Salón de los Espejos



Recibe su nombre de los seis espejos con consola que adornan las paredes del salón, todos de cristal de roca y marco de oro, regalo de Pedro II de Brasil a Antonio I por el nacimiento del príncipe heredero en 1831. Por otro lado, los dos espejos más pequeños pertenecieron a la familia del primer Emperador, que los solicitó a sus hermanos que residían en Venezuela como lo único que deseaba de su padre.

 

Los cuatro tibores (jarrones) de Sevres fueron un regalo de Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha cuando llegó al país para contraer matrimonio con la princesa María Teresa en 1851. Los dos jarrones tipo china pero de factura alemana, en cambio, fueron un obsequio de la princesa Alejandra de Sajonia-Altenburgo a su suegra la emperatriz Mariana, cuando llegó a Quito como prometida del príncipe Antonio en 1849. Un poco más modernas son las dos grandes lámparas inglesas que penden del techo, adquiridas en 1916.

 

Un detalle que pocos se detienen a mirar son los escudos que coronan el centro de las molduras decorativas sobre las seis puertas, y que corresponden a las más importantes casas reales que se fueron uniendo en matrimonio con la familia Imperial quiteña, teniendo así:

  • Casa de Sajonia-Altenburgo (1849)
  • Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha (1851)
  • Casa de Orleans (1876)
  • Casa de Habsburgo-Lorena-México (1908)
  • Casa de Mecklemburgo-Hanover-La Plata (1938)
  • Casa de Braganza (1942)

El espacio era utilizado por los Emperadores para recibir a las visitas más importantes, representantes extranjeros y como lugar de espera para quienes habían solicitado audiencia con el monarca, que los recibía en el contiguo Salón del Trono.

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