Despacho del Emperador



El gabinete de trabajo de Antonio I constituía, si se quiere, el lugar más privado de los Apartamentos de Estado, pues su acceso se producía únicamente desde la Sala de Pinturas y bajo previo consentimiento del monarca y su Secretario particular. Según el protocolo de Palacio, el despacho debía permanecer cerrado siempre que el Emperador no se encontrara en él, y bajo ninguna circunstancia alguien más que no fuese el coronel Aguirre podía ingresar.

 

Las paredes están adornadas con pinturas europeas que fueron adquiridas en los últimos años de reinado de Antonio I, cuando la economía quiteña y por ende de la familia imperial empezaron a mejorar. El espejo sobre la chimenea, de madera tallada y dorada, fue adquirido en 1914 en una subasta en Lima. Los tibores austriacos fueron un obsequio de la emperatriz Carlota de México tras su visita al país en 1848.

 

La lámpara de bronce dorado es parte de las que fueron adquiridas originalmente para este palacio en 1835, la mesa circular es la misma en la que Antonio I se reunía con los ministros, mientras que el escritorio es el que aparece en los retratos del Emperador y su esposa que realizó el pintor Diego Benalcázar en 1832 y 1833 respectivamente.

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